En Breve historia del cine mexicano. Primer siglo, 1897 a 1997, Emilio García Riera escribe: “Varias actrices de bellos cuerpos, pero de escasa o nula experiencia previa en su oficio
Jaime Vázquez
En Breve historia del cine mexicano. Primer siglo, 1897 a 1997, Emilio García Riera escribe: “Varias actrices de bellos cuerpos, pero de escasa o nula experiencia previa en su oficio, como las norteamericanas Emily Cranz (…) y Elizabeth Campbell, la italiana Maura Monti, la francesa Jacqueline Fellay y la noruega Eva Norvind, ilustraron una suerte de erotomanía cosmopolita del cine mexicano que cobraría mayor vuelo en los años siguientes”.
García Riera se refiere al inicio de los años sesenta, la década de la rebelión, el rock, las minifaldas, amor y paz, del rechazo a la guerra, el estallido de la conciencia social y los derechos civiles, erupciones en diversas partes del mundo. De padre alemán-norteamericano y madre mexicana (Evangelina, de Sinaloa), la pequeña Emma se convirtió en Emily muy pronto.
Su pasión por el baile fue el combustible en los escenarios diversos en su natal Tucson. La niña de sonrisa franca, de cabellera oscura, celebraba con bailables mexicanos el Día de la Independencia o a la Virgen de Guadalupe, fechas patrias en el ritual de la casa. Emily adolescente trabajó como bailarina en Las Vegas y de ahí emprendió su carrera como cantante y bailarina en México.
Grabó Ahora o nunca, versión en español del clásico del repertorio napolitano ´O sole mio, de Giovanni Capurro y Eduardo di Capua, que Elvis Presley cantó en inglés como It´s Now or Never.
Emily también grabó el éxito de Perry Como Papa Loves Mambo, y Mi tonto amor, que popularizó Connie Francis. Era 1961, el amanecer de la naciente fiebre por el rock and roll, cuando en México se tomaban los éxitos extranjeros para adaptarlos al español.
Después de su paso por programas de variedades musicales en la televisión, Emily llegó al cine en 1963 en Jugándose la vida, de Arturo Martínez, drama policiaco protagonizado por Dagoberto Rodríguez.
Manuel Muñoz y Alberto Mariscal la incluyen en Las Chivas Rayadas (1964), comedia futbolística estelarizada por Manuel Espino Clavillazo y la alineación completa del campeonísimo Club Guadalajara.
Junto a Fanny Cano (Huetamo, 1944- Madrid, 1983), Emily vive otro drama: Frente al destino (1964, Juan José Ortega).
Acompaña a Enrique Guzmán y a Libertad Lamarque en Canta mi corazón (1964, Emilio Gómez Muriel), cine juvenil de canciones de moda, romance y mucha moraleja.
Con Armando Silvestre, los luchadores René Copetes Guajardo y Karloff Lagarde, Emily le entra a los costalazos en Los endemoniados del ring (1966, Alfredo B. Crevenna).
En coproducción entre México y Argentina, junto a Chucho Salinas y Marco Antonio Muñiz, participa en Muchachos impacientes (1966, Julio Saraceni), capítulo romántico y rocanrolero con las estrellas argentinas Juan Ramón, Simonette y la Miss Argentina Lidia Díaz, además del campeón de boxeo Ringo Bonavena.
Dirigida por Miguel M. Delgado suma a su filmografía otro drama policiaco: Cargamento prohibido (1966), historia de drogas, balazos y detectives.
Con la pareja cómica de Viruta y Capulina actúa en La cigüeña distraída, enredo para toda la familia escrito por Roberto Gómez Bolaños.
Es Josefa en Seguiré tus pasos (1967, Alfredo B. Crevenna y Félix A. Ramírez), una aproximación idílica a la vida religiosa de José Mojica, que actúa de sí mismo. Con Alberto Vázquez y Fernando Luján (versión sesentera de Pedro Infante y Luis Aguilar) se hace un lío de amor en Caballos de acero (1967, Miguel M. Delgado).
Termina la década a tambor batiente: Pasión oculta (1968, Alfredo B. Crevenna), Báñame, mi amor (1968, Emilio Gómez Muriel), Despedida de casada (1968, Juan de Orduña), Muñecas peligrosas a la que le siguió Con licencia para matar (1969, Rafael Baledón), y ya en 1970 con Sexo y crimen (Alberto Mariscal), en un duelo pasional con Enrique Lizalde.
En esos años, de pronto, pausó su carrera artística y se retiró a la vida privada.
Emily Cranz falleció en Houston, Texas, el 22 de julio pasado. Con cerca de 20 películas, discos, presentaciones en cabaret y televisión, fue figura central en los sueños de los espectadores de los sesenta y setenta.
La vemos bailar como si de eso dependiera su vida, con su minivestido sicodélico y su cabellera negra. Ahí permanece, en la pantalla, sonriendo al público, invitándonos a mirarla como un pequeño y hermoso ciclón en la memoria, para ilustrar “una suerte de erotomanía cosmopolita del cine mexicano”.
Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital zonaoctaviopaz.
@vazquezgjaime