Los derechos humanos son algo que, por lo general, damos por sentado; es una herencia que no debe ser robada a las siguientes generaciones
Mara Rahab Bautista
Los derechos humanos son algo que, por lo general, damos por sentado; es una herencia que no debe ser robada a las siguientes generaciones. Pero, como sabemos estos derechos no existen de manera unidimensional, sino que deben ser promovidos, defendidos, divulgados y protegidos cada día. Una y otra vez en la historia reciente hemos aprendido que no podemos permitirnos retroceder en dignidad, igualdad y justicia.
Esto posiblemente es más tangible en un mundo tan globalizado como el de hoy, donde se presentan las muchas caras de la desigualdad. La búsqueda de la igualdad para que todos tengamos los mismos derechos no es fácil, pero es vital e importante recodar que todavía falta mucho por caminar. Aquí unas recomendaciones de libros para recordarnos que todos merecemos tener los mismos derechos sin importar la nacionalidad, la zona geográfica en la que habitamos, el color de piel, la lengua que hablamos, la religión, la educación, el género. Todas las personas, pequeñas y grandes, tenemos y merecemos los mismos derechos, debemos trabajar para consolidarlos.
En este sentido, los libros -en su mayoría- han sido desde sus inicios una gran herramienta en la discusión sobre el respeto a los derechos humanos, narrando luchas y teniendo en cuenta que la igualdad no es una aspiración sino un derecho para todxs. No solo la lectura nutre nuestras mentes, sino que fomenta una visión intelectual y empática que nos ayuda a comprender y sentir las historias de un mundo agraviado.
El siglo XIX nos ofreció grandes mentes como Fiódor Dostoyevski, León Tolstói y George Eliot (Mary Ann Evans), dándonos novelas sobre moralidad, justicia, política, que rodean la cuestión de la libertad, los derechos sociales, en el estado legal y los cambios sobre la sociedad. Su legado nos sirve como recordatorio de que la literatura es un acto de resistencia, una toma de derechos que trasciende lo literal y concluye a través del cambio social.
La literatura, por otro lado, ha sido históricamente un medio para interrogar el horror de la humanidad y registrar la violencia que recorre nuestra historia; desde la violencia espantosa del colonialismo en Beloved de Toni Morrison, hasta los mundos distópicos moralmente atroces de Octavia Butler. Textos que nos muestran el camino de regreso a las atrocidades que fueron y son— nos obligan a mirar para que aprendamos lo críticamente importante que es defender a cada individuo de tener una vida justa, libre y plena. La reflexión que emerge de estas historias nos explica que los derechos humanos son la armadura contra la barbarie.
Un ejemplo literario bien conocido que simboliza una dedicación literaria a los derechos humanos es el libro Mi Historia de Rosa Parks, donde narra su vida como una de las activistas de derechos civiles en los Estados Unidos. Su desafío llevó al Boicot de Autobuses de Montgomery y se convirtió en uno de los puntos de referencia en el período de paz global, con un reconocimiento en la Tierra bastante similar. Parks cuenta la historia de la igualdad racial de una manera que fácilmente nos hace sentir el músculo moral, ayudándonos a saber que el verdadero progreso social se gana a través del valor personal y el poder del grupo.
Asimismo, el testamento histórico y filosófico de Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo, que traza la historia del totalitarismo desde el antisemitismo hasta la barbarie nazi; es un intento de contextualizar para nosotros mismos cómo el colonialismo, como ideología y terror, alimenta sistemas opresivos y que debemos recordar la historia para no repetirla. Como refugiada y pensadora, Arendt muestra que reflexión y conciencia son necesarias para defender la libertad y la dignidad humana.
En tiempos modernos, voces como Tsitsi Dangarembga con su obra Este Cuerpo de Luto nos muestran la lucha de las mujeres africanas en medio de la opresión y la resistencia, y—por consecuencia—a menudo más allá de la forma narrativa. Así, la literatura sigue siendo una salida en sí misma resistente y una reivindicación social, que sirve para reafirmar nuestros derechos.
La cultura y la literatura no solo reflejan nuestra realidad, sino que la moldean, que sean estas expresiones siempre favorables para recordar que cada individuo tiene derecho a los mismos derechos.
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