Dos elementos de la Policía Morelia señalados por presuntas irregularidades, fueron reinstalados y asignados al Grupo Táctico y otro al Sector Revolución.

Redacción / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. La memoria institucional tiene fugas. Algunas veces, esas grietas se llenan con corrupción, otras con olvido voluntario. En Morelia, la corporación que debería ser el escudo de la ciudadanía parece estar abriendo las puertas, otra vez, a los que alguna vez traicionaron su deber. Esta no es una historia de redención, sino de impunidad disfrazada de reincorporación.

Hace apenas unos meses, Cristian Yovany Méndez Sánchez fue destituido de la Policía de Morelia junto con su compañero José Antonio Soto García, luego de que cámaras de videovigilancia los captaran sustrayendo un arma de fuego en un operativo.

El hecho no fue menor, se trataba de una violación flagrante de su deber, una traición al uniforme, que fue sancionada por la entonces administración del ex comisionado Alejandro Cussi. Parecía un caso cerrado, un acto ejemplarizante dentro de una institución que busca recomponer su imagen. Pero la historia no terminó ahí.

Antes de lo anterior, en diciembre de 2024, el propio Ayuntamiento de Morelia, con bombos y platillos, le entregó a Yovany Méndez el título de “Policía del Año” y un cheque por 100 mil pesos. Un galardón que hoy huele a ironía, si no es que a complicidad.

Pero los antecedentes de Méndez Sánchez no se detienen en el robo de un arma. Años atrás, protagonizó un incidente aún más indignante: atropelló a su compañera de corporación, Jaqueline, quien en ese entonces era parte del equipo ciclista. El hecho ocurrió en la base conocida como “Cantera”, en el Centro Histórico.

La lesionada quedó con secuelas físicas permanentes, y lejos de asumir la responsabilidad, Yovany, según testimonios internos, orquestó junto con otros elementos una mentira que pasmó cualquier intento de justicia. Llevaron a la joven a un hospital diciéndole que se había caído sola. Así, lograron archivar el caso y evadir las consecuencias. Hasta hoy, Jaqueline vive con discapacidad, sin reparación del daño, sin justicia.

La pregunta que flota en el aire, como una nube tóxica, es ¿por qué están de regreso estos malos policías? Apenas hace un mes, ambos fueron reincorporados a la corporación municipal. Uno de ellos ha sido asignado al Grupo Táctico y otro al Sector Revolución, zonas clave en las operaciones de seguridad de la ciudad. Como si su historial no existiera, como si la memoria institucional hubiera sido borrada por decreto o conveniencia.

La gravedad no se limita a sus antecedentes documentados. Al interior de la corporación, tanto Méndez como Soto son señalados por presuntos actos de extorsión contra civiles, abusos de poder y otros hechos que, aunque no han sido oficialmente sancionados, son vox populi entre los mandos medios y operativos. Pero aún así, portan arma, placa y autoridad.

Esta reincorporación no es un error administrativo. Es una decisión que, en los hechos, manda un mensaje demoledor: la Policía de Morelia no sólo tolera la corrupción sino que la premia. El regreso de estos elementos, con antecedentes tan cuestionables, representa una afrenta directa a los ciudadanos, a los policías honestos y a las víctimas que nunca vieron justicia.

Hoy, mientras patrullan las calles, los mismos que alguna vez defraudaron la confianza pública, cabe preguntarse ¿quién cuida de la ciudadanía cuando los que deberían protegerla son los mismos que la vulneran?

Porque cuando la impunidad se viste de uniforme, el verdadero peligro no está en las calles, está dentro de las propias filas y la población expuesta, a merced de quienes delinquen con placa y arma.