El gobierno de Lula, incapaz ante estas mafias, deja que personajes como Claudio Castro resuciten lemas, consignas e ideas de la dictadura militar para implementarlas en pleno 2025

Jorge A. Amaral

Para el gobernador de Río de Janeiro, Claudio Castro, el único bandido bueno es el que está muerto, o al menos ese es su lema, el cual llevó a la práctica esta semana, en que su gobierno, emanado del Partido Liberal de Jair Bolsonaro y opositor al Partido de los Trabajadores de Lula da Silva, emprendió la peor masacre de que Brasil tenga registro en los años recientes: 132 muertos en una operación policial contra Comando Vermelho en las favelas de Alemão y Penha.

Para el gobernador Castro el operativo fue un éxito. Usted dirá que si la idea era acabar con delincuentes, la muerte de 128 (los otros 4 eran policías) es un éxito, pero en una democracia, esa aparente victoria de un gobierno local es en realidad una derrota para todo el Estado, y le digo por qué lo creó: surge un grupo delictivo que desafía a la autoridad o de plano usurpa sus funciones: derrota; esa organización se afianza y crece, obtenido más poder: derrota; la organización delictiva ahora tiene una mayor base social en las calles y funcionarios en la bolsa para garantizar su impunidad: derrota; el Estado despliega su poder pero no logra someterlos para procesarlos, enjuiciarlos, encarcelarlos y garantizar así la impartición de justicia, y en lugar de ello, mejor los mata a diestra y siniestra, muchos en ejecuciones extrajudiciales que evitan un juicio viciado: derrota colosal para el Estado.

Lo único que hizo el gobernador Claudio Castro fue poner en evidencia que el Estado brasileño y su propio gobierno local están derrotados por el crimen. El gobierno de Lula, incapaz ante estas mafias, deja que personajes como Claudio Castro resuciten lemas, consignas e ideas de la dictadura militar para implementarlas en pleno 2025, y el gobernador de Río de Janeiro, incapaz de llevar la paz y la seguridad a las favelas, prefiere matar a quienes el Estado y sus instituciones serán incapaces de enjuiciar y sancionar de acuerdo con los crímenes que hayan cometido. Y no descartemos que entre esos 132 muertos haya alguno que otro inocente.

América Latina tiene un amplio historial de grupos paramilitares creados y financiados por los gobiernos para hacer el trabajo sucio contra la disidencia, pero también ha habido grupos delictivos que se han fortalecido usando a su favor los intereses del Estado o de gobiernos extranjeros, como el de Estados Unidos, que a través de la CIA financió a delincuentes, terroristas y golpistas en su paranoica lucha contra el comunismo.

Recordemos también que, por ejemplo, el Estado Islámico nació en Camp Bucca, la prisión militar que el ejército de Estados Unidos tenía en Irak y donde reunió e hizo convivir, coincidir y estrechar lazos a personajes llenos de rencor antioccidental y fanatismo como Abu Bakr al-Baghdadi, que a la postre conformaron la cúpula del Estado Islámico.

Comando Vermelho, de Brasil, también tiene un origen muy cercano al Estado brasileño. El 31 de marzo de 1964, las fuerzas armadas emprendieron un golpe de Estado contra el presidente João Goulart. El movimiento contó con el apoyo de Estados Unidos, pues se acusaba al presidente de estar dirigiendo al país rumbo al comunismo, y tanto militares como Estados Unidos temían que Brasil fuera como Cuba, pero más extenso y con más recursos.

Aunque el golpe de Estado triunfó y Goulart se fue al exilio, los grupos disidentes empezaron a formarse y a ser perseguidos por el régimen. Por ello, para la década de los 70, en las cárceles, además de delincuentes comunes, abundaban los disidentes políticos.

La razón por la que el Estado brasileño ponía juntos a disidentes y asaltabancos comunes es porque el robo a instituciones bancarias estaba considerado por la legislación de ese país como un delito que atentaba contra la seguridad nacional, así que un disidente que robaba un banco para financiar su movimiento cabía en la misma celda con un asaltante que sólo quería el dinero para él y sus cómplices, sin fines políticos. Ellos eran enviados en su mayoría al Instituto Penal Cândido Mendes, en Isla Grande, a más de 100 kilómetros de la capital.

De esta manera, los delincuentes comunes que llevaban más tiempo soportando las duras condiciones de la reclusión, al entrar en contacto con los presos políticos, la mayoría hijos de la clase media con más instrucción académica, aprendieron también a defender sus derechos en la cárcel con la mediación de los presos políticos en las negociaciones, lo que les dio una posición de mayor influencia en el aparato carcelario y jerarquía entre los presos.

Al paso del tiempo esta organización entre presos políticos y delincuentes comunes empezó a llamarse Falange da Segurança Nacional, luego fue conocida como Falange Vermelha (por aquello del comunismo, porque, recuerde, “vermelho” significa “rojo”). Años después la prensa lo bautizó como Comando Vermelho.

Entre los fundadores de Falange Vermelha está William da Silva Lima, conocido como El Profesor, quien en su libro "400 x 1: una historia del Comando Vermelho", narra que el grupo surgió de la necesidad de demandar mejores condiciones, pero también organizar el espacio carcelario con la creación de reglas de convivencia.

Hacia 1979 una ley de amnistía permitió que los presos políticos salieran de la cárcel, pero los delincuentes comunes se quedaron ahí, entonces, sin la presencia de los líderes políticos, el sentido social y de derechos humanos de la organización se debilitó y empezaron a privar los intereses personales y económicos dentro de Falange Vermelha. Al fin y al cabo, criminales.

Para 1980, y según estimaciones, alrededor de 100 reclusos lograron fugarse de la cárcel, y eso puso en jaque a los empresarios. Para este momento, y siendo ya únicamente una organización criminal con su corazón en la cárcel, el ahora denominado Comando Vermelho empezó a invertir el botín de los asaltos en cocaína, el floreciente negocio colombiano que, con la bendición de Estados Unidos, tuvo en Brasil un importante trampolín para que la droga salte a Europa, lo que a la fecha sigue sucediendo.

Ya en la década de los 90 el gobierno creyó que repartiendo a los líderes en distintas cárceles lograría debilitar a la organización, pero el efecto fue el contrario: al estar en diferentes reclusorios, los líderes del Comando Rojo reclutaron más miembros, y el efecto de eso fue que Comando Vermelho se erigiera como la mayor organización criminal de Río de Janeiro: se estima que tiene en sus filas a 30 mil personas.

En la operación policial de esta semana hay registro de cómo el Comando Vermelho usó hasta drones para atacar a los policías enviados por el gobernador Claudio Castro, quien posiblemente actuó de forma bienintencionada (delincuente es delincuente), pero con un pésimo resultado, porque si algo hemos aprendido en México es que pueden perder la vida 10, 15, 100 criminales, no importa, porque siempre habrá nuevos reclutas facilitados por el olvido institucional, la ruptura familiar, la marginación social, la falta de oportunidades económicas y laborales, el rezago educativo y todas las formas de la pobreza multidimensional. Y tampoco sirve (aunque es necesario) detener o abatir capos: detrás de cada “viejón” hay diez dispuestos a pelear con uñas y dientes por quedar el frente de la organización.

En Brasil como en México sucede algo similar, que Terine Husek, director de investigación del Instituto Fuego Cruzado, resumió perfectamente en una entrevista con la BBC: "Lo que hemos visto es que ellos dominan un poco más de espacio, o se disputan entre ellos, pero el gobierno no consigue decir: 'Aquí no era seguro, ahora vuelve a serlo'. Eso no ocurre. Sólo vemos este empeoramiento y este cambio de mando, y el Estado no consigue recuperar el control de zonas dominadas desde hace décadas".

Altar de muchos muertos

Tlaquepaque, Jalisco, volvió a romper su propio récord con la instalación de un enorme altar de muertos: este año abarca 3 mil 329 metros, casi el doble que el del año pasado, según la prensa local.

Según la Fiscalía de Jalisco, del 1 de enero al 31 de julio de 2025 se iniciaron 472 carpetas de investigación por asesinatos en la zona metropolitana de Guadalajara. De esas carpetas, 123 correspondieron a Tlaquepaque, el 26 por ciento, lo que lo ubica como el municipio más violento de la mancha urbana. El segundo lugar es Tlajomulco, con 91 carpetas, y en tercer puesto está Guadalajara, con 91.

Con esa cantidad de muertos es de entenderse que se esmeren en poner un altar gigantesco. Es cuánto.