La artista afincada en Pátzcuaro habla sobre su proceso creativo y su reciente exposición en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita

Víctor E. Rodríguez Méndez, colaborador La Voz de Michoacán

Ariadna dibuja, pinta, crea, escarba en sus pensamientos y arma escenarios y perfila personajes en su mundo onírico. Ariadna sueña despierta, se abstrae del mundo y crea a su vez otros mundos con las imágenes que se proyectan desde su mente al lienzo. Quizá por ello se ha volcado hacia el surrealismo, o quizá simplemente el surrealismo la encontró a ella como parte de su esencia personal y de su vocación artística. Sus temáticas provienen directamente de su necesidad de entender el mundo en el que vive y entender a los otros. Así es como va hilando sus sueños, configurándose a ella misma como artista.

El universo figurativo de Ariadna es producto de la exploración, experimentación y especialización, una ruta en la que persiste en la búsqueda de su propio lenguaje y en la que también ha encontrado en el confinamiento y soledad su mejor espacio y tiempo creativos.

Su nombre completo es Ariadna Catalina Pineda Servín, de ahí que mucha gente la conoce como Cati. Nació en CDMX en 1980, aunque, desde pequeña, vino con su familia a Morelia, casi al mismo tiempo cuando murió su tío Rafael Navarro Barajas, pintor representante de la estética de la Escuela Mexicana, cuya influencia la hizo enamorarse de la pintura. Antes de venir a Michoacán, Ariadna convivió mucho con él en su estudio del Parque México, donde veía sus pinturas y lo veía pintar. “Para mí era lo más maravilloso y mágico que existía”, señala en entrevista, sentada en una banca de madera frente a sus propios cuadros en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro. “Yo tenía 8 años cuando él murió, y desde entonces decidí que iba a ser pintora”.

Cuenta que a esa edad sintió que se le acababa el mundo del arte que amaba, por lo que a partir de entonces se animó a entrar a cursos y talleres. En su casa, dice, sólo había libros de historia de México, por lo que veía el arte sólo en la historia de México, pero no en la historia del arte como tal. Desde niña le gustó visitar museos, tanto en la CDMC como en Morelia; al terminar la secundaria en la capital michoacana intentó inscribirse en el Centro de Educación Artística (CEDART) y, al ver frustrada esa intención, recurrió a los talleres de la Casa de la Cultura, con lo que inició su proceso hacia la creación artística. Sobre todo, porque se dio cuenta de que existían muchos artistas y muchas más formas de crear, las cuales debía conocer para lograr su objetivo.

Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en la Facultad de Bellas Artes de la UMSNH, a la vez que cursó diseño de moda en el Instituto Inmodart en Morelia. Después de una breve estancia en San Miguel de Allende, llegó a radicar en Pátzcuaro, donde desde hace un año atiende su galería Rincón La Aurora en el callejón del Títere 24, en la que ofrece clases de dibujo, pintura y escultura, venta de obra, objetos artesanales, experiencias artísticas y, pronto, tiene planeado promover talleres de arte de diversos artistas y exposiciones de temporada.

En el campo profesional de la producción artística se ha enfocado en la pintura, el muralismo y la escultura, pero también ha incursionado en la escenografía teatral, el diseño de vestuario teatral y dancístico, además de la fotografía y la ilustración literaria. La obra que ha presentado en una docena de exposiciones individuales gira en torno al arte con técnicas experimentales a través de piezas de arte háptico-senso-perceptual para personas con discapacidad visual, otras exposiciones de arte fumage y pintura al óleo, especialmente, todas en su particular estilo surrealista.

Abrir y salir, salir y entrar

El surrealismo en la obra de Ariadna Pineda destila introspección e intimidad en cada uno de sus cuadros. En ellos se entrelazan el misticismo, la ciencia y lo mágico en la representación que hace de formas orgánicas y abstractas, en plena fusión con elementos simbólicos y oníricos. Su universo figurativo es producto de varios años exploración, experimentación y especialización, sobre todo en la pintura al óleo y el arte fumage o ahumado (manchas de color mediante el tiznado que desprende cualquier fuego).

En la ruta por encontrar su propio lenguaje, Ariadna ha encontrado en el confinamiento su mejor espacio y tiempo creativos. Y es que su carácter, según señala, la lleva a aislarse y a no entrar en los círculos artísticos. Reconoce esta dificultad por ser muy introvertida y por preferir meterse en su mundo como creadora. “Mi dedicación tiene mucho de encierro, es mucho darle y darle porque la verdad es que yo no tengo un talento nato. Cuando salí de la escuela me di cuenta de que, aunque había tenido un par de maestros que eran muy buenos y conscientes que me habían exigido mucho, yo no había salido preparada; me di cuenta de que tenía muchas incapacidades técnicas, de la teoría del color y del manejo de la anatomía. Sentí que todavía me faltaba profundizar mucho más”.

Fue su pareja de entonces —el también artista Reco— quien le ayudó a ensanchar su experiencia artística; hoy día ve en él a un maestro de vida del que pudo absorber muchas enseñanzas y a partir de eso empezó a enfocarse en mejorar su proceso artístico.

Hace casi tres lustros Ariadna se sintió preparada para mostrar su obra, ya despojada en mucho de la sensación de que algo le faltaba. Hoy lo tiene mucho más claro: “Yo sé que puedo mejorar con el tiempo, pero ya puedo mostrar mis obras. Antes para mí era imposible por mi desconfianza”.

De hecho, la muestra Retrato de una mente surrealista, que actualmente presenta en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro, se compone de cuadros realizados en los últimos diez años, producto de su experimentación con distintas técnicas. “Es una muestra que me hace sentir presente”, asegura. “Creo que ya es mi momento. Sé que muchas personas empiezan mucho antes, pero para mí era necesario prepararme muchísimo, y a partir de ahora quiero salir adelante y exponer más”.

Sentir es importante

“Las temáticas que pueblan mis cuadros son cosas que rondan en mi mente”, apunta Ariadna. Con una inevitable influencia de Remedios Varo, esas temáticas son resultado de sus experiencias de entender el mundo en el que vive y entender a los otros a través de sus lecturas de filosofía, sociología y psicología. Así es como va hilando sus ideas para después proyectarlas en imágenes en un cuadro. Ariadna construye y reconstruye lo que significa para ella cada cosa, y en cada obra subyace esta simbología. “Quiero mostrar lo que de cada tema aparece, de mi mente lo traduzco en algo visual para compartirlo”.

Y, más importante aún, agrega, ya depende de cada persona la forma de captar cada obra, pero para ella lo más importante es “lograr que sientan, porque para mí es muy importante ese sentir”.

Lo anterior tiene como origen el proyecto “Movimiento Arte Incluyente. Enseñanza formativa artística háptica-senso-perceptual”, que desarrolló como becaria de la Secretaría de Cultura de Michoacán y Conaculta en 2014. Realizó entonces un mural para personas con discapacidad visual y desde ahí empezó a darle importancia a los sentidos, recordando a su abuela paterna que se fue quedando ciega y a quien le enseñaba cuadros para que los tocara. Todo ello es parte de su deseo actual de que su obra se sienta. “Empecé a adentrarme más en las sensaciones, sobre qué estoy sintiendo, qué veo, qué partes de mi cuerpo siento y cuáles no. Me he dado cuenta de que sí podemos crear o tenemos unas capacidades distintas con las que podemos ver más allá, y es lo que quiero mostrar”.

El surrealismo, por tanto, ha sido para Ariadna Pineda el instrumento perfecto para hilar sus ideas y ensoñaciones y luego proyectarlas en un lienzo. Incluso imagina escenarios porque sus simbologías tienen también una espacialidad. Su estilo, pues, parte de su deseo de sintetizar sus propias emociones o lo que está sintiendo. “Yo sueño despierta, y a partir de eso creo estos espacios casi teatrales para luego llevarlos a la bidimensional. Estos personajes —que todos son prácticamente retratos—me ayudan también a expresar ese sentimiento, esa sustancia que surge a partir de mi mente para entender lo que sucede al otro y a mí misma. Es complicado porque muchas cosas normales para mí no tienen sentido, es entenderlo a partir desde mi no sentido, o sea, sin sentido”.

Para la ex becaria del SECREA Jóvenes Creadores de 2012, la búsqueda de atmósferas también es parte de su propósito, lo cual la lleva a experimentar, “siempre buscando algo”, puntualiza.

Tal como el título uno de sus cuadros (en el que refleja en un autorretrato su propia sensación de ser insuficiente), Ariadna cree que la perseverancia del ser artista consiste en “lo que sabes que es solo tuyo”. Y agrega: “Incluso, aun cuando en algún momento tengo un círculo que me respalda, para poder crear lo hago en soledad y eso provoca que esas personas se alejen de mí, porque yo estoy metida en el cuadro. Creo que el proceso de ser creadora —no sé todavía si llamarme artista— es eso, algo muy solitario, estar adentro de uno para proyectar un canal; no sé si es un vicio u obsesión, pero es parte de respirar y vivir este mundo. Para mí es una necesidad muy fuerte. A lo mejor al final de mis días me arrepiento de no haber estado más con los míos y divertirme y salir, viajar y demás, antes de haber estado tanto en la pintura. Ojalá y no”.

Con todo ello, ha aprendido que ser y vivir como artista es muy complicado, tan difícil que se tiene que sobreponer a ello cada día pese a trabajar a veces más de doce horas diarias, olvidarse de comer y dejar a un lado todo el mundo y su cotidianidad. “Suelo estar metida a tope, pero creo que eso me ayuda a seguir en esta existencia. A lo mejor estoy dejando mucho de lado y económicamente es mucho más complicado. Ser artista actualmente es muy difícil”.

Ariadna Pineda mantiene el ánimo a tal grado que se ha fijado como propósito salir a pintar a la calle, estar con más gente y convivir más, hacer más presente lo que hace y también que la gente la conozca. Y, sobre todo, aprender más de todo eso.

Retrato de una mente surrealista a final de cuentas representa para ella un parteaguas que proyecta lo que hace al mundo, según dice. “No quiero ser tan superficial y decir que quiero ser reconocida, pero si vale la pena lo que hago, sí quiero que se reconozca. La espiral de la vida es este movimiento y ese no ser perfecto; ahora sé que no tengo que ser perfecta en la cuestión técnica, pero me sirve todo ese aprendizaje porque a partir de eso yo puedo sacarlo y hacerlo mejor, de manera que siento que me gusta porque para mí tiene rasgos de mi esencia, y entonces es lo que es”.

Ariadna Pineda asegura sentirse con cierta estabilidad, vivir un momento de madurez artística. Parte del proceso, añade, es dudar siempre de uno, porque eso la hace mejorar y le hace tener otra visión sin encasillarse. “Cuando dudas se abre el panorama y dices: Tengo esa capacidad, sí puedo. Porque si es un poquito no lo noto y no me esfuerzo más. La mediocridad no la acepto. Creo que eso me ayuda a seguir evolucionando y, en este momento de maduración de la obra, de mi persona y de mi mente, creo que ya llegué a ese punto de decir: está bien, salgamos al mundo y proyectemos lo que haces”.

Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.