Apatzingán, Michoacán

El miedo se han adueñado de El Guayabo, una comunidad en Apatzingán que desde hace varios días vive bajo el implacable asedio de la guerra entre grupos del crimen organizado: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Templarios libran una batalla territorial cuyas cicatrices se graban a fuego en cada rincón del pueblo.

Las calles, antes testigos de la vida cotidiana, hoy son un mudo testimonio de la violencia desatada. Las fachadas de las viviendas muestran las perforaciones dejadas por disparos de alto calibre, recordatorios tangibles de los tiroteos que resuenan en la noche.

Los restos de explosiones, provocadas incluso por drones armados, se quedaron en el paisaje, creando una atmósfera de desolación y destrucción. Un silencio tenso, roto solo por el eco de la violencia, se ha instalado, y con él, un miedo paralizante.

La población, ya diezmada por el desplazamiento forzado de quienes buscaron refugio en otros lugares, sobrevive en un estado de angustia permanente.

Los habitantes relatan que solo la presencia de las fuerzas de seguridad trae un efímero respiro, una calma precaria que se desmorona frente al estruendo de las armas y las detonaciones que vuelven a ser los sonidos de sus vidas, sumiendo a familias enteras en un pánico indescriptible.

Las noches se han convertido en un calvario. Los testimonios de los vecinos pintan un cuadro desolador: niños aferrados a sus padres, mujeres con rostros de angustia, y adultos mayores atrapados en sus hogares, temerosos de cada crujido, de cada sonido lejano.

El miedo a salir, incluso a cerrar los ojos para intentar dormir, es una constante. “Estamos en medio del fuego cruzado, sin protección”, revelan algunos con una resignación que duele, la de quienes se sienten olvidados y desamparados por el estado.

La situación ha superado la capacidad de resistencia de la comunidad, aunque su clamor es unánime: exigen una intervención contundente y, sobre todo, sostenida de las autoridades; no basta con visitas esporádicas; su petición desesperada clama la presencia permanente de las fuerzas federales.