Exterminar la delincuencia es el grito de guerra de algunos representantes a de nuestra sociedad
Rogelio Zarasúa O.
Exterminar la delincuencia es el grito de guerra de algunos representantes a de nuestra sociedad.
El problema es que hay delincuentes a los que, por ser menores de edad, no se les puede mantener en la cárcel, se lamenta alguna autoridad.
"Exigimos mayor protección y firmeza contra la delincuencia", pide algún líder moral.
Pero estamos hablando de menores de edad, de niños que están sufriendo una marginación social, niños a los que nadie ha enseñado algo que no sea violencia, niños que buscan su valor e identidad en conductas anormales.
Pero ellos no son los causantes de la violencia ni de la delincuencia; son propiamente consecuencia del desamor y de la desarmonía familiar y social.
¿Qué ejemplos les mostramos a esos niños? Alcohol, prepotencia, soberbia. Buscamos nuestra propia identidad en tertulias alcoholizadas; les enseñamos a pelear, les hablamos de detención y confinamiento. Los privamos de su libertad sin darnos cuenta de que, antes de que los pusiéramos en la cárcel ya eran reos de su miseria, presos y marginados en su sentir.
No les damos la mano, les damos más rechazo y más violencia para reafirmarles la idea de que no son queridos, y alimentar así sus motivos para delinquir.
Les informamos que su lugar no está con la gente normal, con la gente de bien, es decir: nosotros.
Pienso que no hay que acabar con los chitanillas... son niños, no hay que esperar que maduren para "la grande". Pero entonces ya serán padres violentos, padres delincuentes y convictos, o perseguidos en forma.
Ellos generarán otro chitanilla, un niño que aprenderá y mamará violencia.
No acaben con un chitanilla... estarán acabando con un niño. Integrémoslo a nuestra sociedad, démosle espacios deportivos y culturales; alternativas, formas de construir una identidad equilibrada.
No esperemos a que sean adultos abatidos a balazos. Qué diferencia podrá haber entre matar un niño hoy o dentro de dos años, cuan- do haya cumplido su mayoría de edad.
Qué diferencia podrá haber entre encarcelar cinco años a un niño hoy, o hacerlo cuando haya pasado su cumpleaños número dieciocho, ¡Ninguna!
No hay que acabar con la banda chitanillas, no hay que acabar con los niños. Hay que integrarlos, amarlos.