Mirador Ambiental
El poder siempre será celoso. De ahí que las prácticas autonómicas de cualquier pueblo jamás serán bien vistas y aceptadas por quienes ejercen el poder político y económico, pero tampoco serán del agrado de poderes fácticos emergentes que operan al margen de la ley.
Ejercer poder sobre las personas, los recursos naturales, el territorio, las finanzas y las conciencias, para de ello obtener beneficios, es el anhelo práctico, aunque muy pocas veces reconocido, de quienes necesitan de esos vínculos de dominio para satisfacer el ego personal y el cumplimiento de sus amplios intereses.
Cuando el Estado de Derecho prevalece en una sociedad, las reglas para crear y administrar el poder están marcadas claramente en sus leyes y son hechas respetar por las instituciones. La legitimidad del ejercicio del poder se obtiene del derecho y de la aceptación implícitamente consensuada de los grupos sociales.
El grave problema que hoy tiene México es que el Estado de Derecho y sus instituciones han retrocedido al punto de abandonar la defensa del derecho a la vida de las personas, del derecho al libre comercio, al libre tránsito y como consecuencia han abandonado el territorio.
Los grupos criminales han sabido interpretar esta ominosa coyuntura y han avanzado, como nunca antes, en la historia criminal del país, en la conquista de todos los territorios posibles.
El control territorial les supone el control sobre el comercio, la vida de las personas, los ecosistemas financieros de las ciudades o pueblos, su seguridad armada, las prácticas culturales y hasta la injerencia en la vida política de los partidos, y de ahí a los municipios, los distritos, los gobiernos estatales y hasta en instancias federales.
Nadie desconoce que este avance sólo ha sido —está siendo posible— gracias a la corrupción intocada de la clase política gobernante. La relación de ida y vuelta entre políticos y criminales se ilustra con testimonios cada vez más escandalosos que exhiben la podredumbre existente. En la actualidad no es tan fácil dilucidar si el político crea al criminal o el criminal crea al político.
El proyecto autonómico de los pueblos, que reivindica como uno de sus altos valores la participación comunitaria y ciudadana en la atención directa de los problemas que como sociedad enfrentan, sin la necesidad de la injerencia del sistema político tradicional, tiende a chocar naturalmente con el poder como entidad que viene de fuera, ya sea de las instituciones desacreditadas o de los grupos criminales.
El autonomismo de Cherán, que ha construido su poder desde abajo, desde sus comunidades, ha chocado con ese tipo de poder. En ese sentido ha sido irredento y subversivo, ya que representa una avanzada de la resistencia cívica frente al abandono de las instituciones tradicionales.
Como ejemplo, como utopía social, Cherán se ha convertido en la aspiración de muchos pueblos michoacanos, y no sólo indígenas sino también mestizos.
Se ha convertido en una piedra en el zapato de los políticos tradicionales, que por cierto han sido expulsados de esa visión autonómica. Si esto ocurriera en muchos pueblos, los políticos y sus partidos morirían de hambre, hambre económica y hambre por ego.
El ataque perpetrado en días pasados contra Cherán por el crimen organizado es altamente preocupante. Podría tratarse del inicio de una ofensiva constante para doblegar y vencer la voluntad de los pueblos de Cherán.
Una ofensiva que incluso podría ser tolerada por las instituciones estatales y federales para fracturar y, en su caso, derrumbar la funcionalidad autonómica que se han dado.
Un resultado así satisfaría a muchos políticos que ven a este pueblo como un obstáculo para sus fines singulares y un baluarte para la resistencia.
A muchos no les gusta que el ejemplo de Cherán se pudiera propagar por todo el estado y los pueblos inicien procesos locales de organización autonómica y de gestión del poder de una manera horizontal y no vertical, que les permita recuperar sus territorios ahora en manos del crimen y tomar en sus manos incluso las decisiones para promover y gestionar su propio desarrollo.
La mejor manera para generar solidaridad y empatía social con Cherán, para hacer crecer la fuerza de la resistencia, es que los pueblos inicien o fortalezcan sus propios procesos de organización autonómica.
Es reconocido que la organización de los pueblos grandes o pequeños es fundamental para crear lazos comunitarios sólidos capaces de resistir los embates criminales que buscan tomar (o ya han tomado) el control de sus territorios, sus recursos y sus vidas.
Ahí donde hay un pueblo organizado, y por ello dinamizado por la solidaridad común, los valores se reconstruyen y fortalecen. En esos pueblos, en donde sus pobladores conocen todos los recovecos tanto topográficos, como urbanos y saben del comportamiento de todos, ahí la criminalidad no prospera con facilidad.
Cherán es pues una luz para todos los pueblos michoacanos a quien debemos cuidar y respaldar. De su experiencia podrían derivarse las opciones que todos necesitamos para reconstruir la ciudadanía y empoderar a los pueblos y a los ciudadanos. Cherán debe vivir.
*El autor es analista político, experto en temas de Medio Ambiente, e integrante del Consejo Estatal de Ecología de Michoacán